5 historias para reflexionar

Esta semana seleccionamos 5 cuentos para reflexionar con historias breves llenas de sabiduría y magia que aportan bellos ejemplos de vida. Los cuentos son instrumentos que generan preguntas y nos permiten acceder a comprensiones profundas que fortalecen indirectamente nuestro mundo interior.
Vale la pena leerlos con tranquilidad y detenimiento.

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Abre tu corazón

Se cuenta una historia sobre un soldado que regresaba finalmente a casa después de haber luchado en Vietnam. Él llamó a sus padres que vivían en San Francisco.
– Mamá y Papá, dijo, estoy volviendo a casa, pero quiero pedirles un favor. Yo tengo un amigo y me gustaría llevarlo a casa conmigo.
– Seguro -contestaron- estaremos encantados de reunirnos con él.
– Hay algo que deben saber, continuó, él se hirió bastante mal en el combate. Caminó sobre una mina y perdido un brazo y una pierna. No tiene ningún otro lugar donde ir, y yo quiero que viva con nosotros.
– Hijo siento mucho oír eso. Quizá nosotros podemos ayudarle a encontrar algún lugar donde vivir.
– No, mamá y papá, me gustaría que él viva con nosotros.
– Pero tú no sabes lo que estás pidiendo. Alguien con semejante impedimento sería una carga terrible. Nosotros tenemos nuestras propias vidas, y no podemos permitir que algo así interfiera con ellas. Pienso que lo mejor será que vuelvas a casa solo y te olvides de ese tipo. Él encontrará una manera de mantenerse vivo por su propia cuenta.

A ese punto, el hijo colgó el teléfono. Los padres no volvieron a tener noticias de él. Unos días después, sin embargo, ellos recibieron una llamada de la policía de San Francisco. Su hijo había muerto al caer de un edificio.
La policía creyó que era suicidio. Apesadumbrados los padres volaron a San Francisco y fueron a la morgue para identificar el cuerpo de su hijo. Ellos lo reconocieron y para su espanto descubrieron algo que ellos no sabían, su hijo tenía sólo un brazo y una pierna. Los padres de esta historia son como muchos de nosotros. Pues encontramos fácil amar y tener alrededor nuestro a aquellos que son perfectos y divertidos, y preferimos quedarnos lejos de las personas que no son saludables, bonitas, o inteligentes. Hay alguien que no nos tratará de esa manera, que nos ama con un amor incondicional que nos da la bienvenida a su familia para siempre, sin tener en cuenta cómo somos.
Autor: Anónimo

La oruga y la mariposa

Una pequeña oruga caminaba un día en dirección al sol. Muy cerca del camino se encontraba un saltamontes:
– ¿Hacia dónde te diriges? – le preguntó.
Sin dejar de caminar, la oruga contestó:
– Anoche tuve un sueño. Soñé que desde la punta de esta montaña miraba todo el valle. Me gustó lo que vi en mi sueño y he decidido realizarlo.
Sorprendido, el saltamontes dijo, mientras la oruga se alejaba lentamente:
– ¡Debes estar loca! ¿Cómo podrás llegar hasta el tope de la montaña? Eres una simple oruga y una pequeña piedra para ti es como un monte y un charco es como el mismo mar. ¿No te das cuenta de la realidad?
Esta es tu comunidad, aquí viven tus amigos. Deja de perseguir, esos sueños imposibles y siéntate con nosotros a pasar la tarde o dormir una siesta.
Sin embargo, el gusanito ya estaba lejos y no terminó de escuchar lo que el saltamontes le decía. Sus diminutos pies no dejaron de moverse. Algo dentro de sí la impulsaba hacia la cima.
Del mismo modo que el saltamontes, le aconsejaron la araña, el topo y la rana. Todos le instaron a desistir de su sueño, a quedarse con ellos y hasta la llamaron traidora por pensar en abandonar el terreno en el cual habían crecido.
Ya agotada, sin fuerzas y a punto de morir, la oruga decidió parar a descansar y construir con su último esfuerzo un lugar donde pasar la noche.
– Estaré mejor – fue lo último que dijo, antes de caer en un profundo sueño.
Por tres días los animales del valle fueron a mirar sus restos que se hallaban dentro del féretro (ataúd) de seda que ella misma se tejió.
Muchos pensaron, ahí están los restos del animal más loco del pueblo; se construyó como tumba un verdadero monumento a la insensatez. ¡El duro refugio dentro del que quedó atrapada es una buena ilustración de qué tan dura esta oruga tenía la cabeza!
A la mañana siguiente todos los animales se congregaron en torno a la oruga para hacerle un servicio fúnebre apropiado. Sin embargo, una tremenda sorpresa les aguardaba…
Aquel refugio tan duro que la rodeaba comenzó a quebrarse y con asombro vieron aparecer unos ojos y una antena que no se
parecían en nada a la oruga que ya creían muerta. Poco a poco, como para darles tiempo de reponerse del impacto, fueron saliendo del caparazón las hermosas alas multicolores de aquel impresionante ser que tenían frente a ellos: una bella y
gigantesca mariposa.
No había nada que decir. Todos sabían lo que haría: se iría volando hasta la cima de la montaña y cumpliría de esa manera su sueño. Ahora, finalmente, entendían lo que había pasado: el sueño que guardaba la oruga en su corazón, era en realidad, el anuncio de los cambios que ocurrirían en su vida.
Autor: Andrés Panasiuk

Señales

Un señor muy creyente sentía que estaba cerca de recibir una luz que le iluminara el camino que debía seguir. Todas las noches, al acostarse, le pedía a Dios que le enviara una señal sobre cómo tenía que vivir el resto de su vida. Así anduvo por la vida, durante dos o tres semanas en un estado semi-místico buscando recibir una señal divina. Hasta que un día, paseando por un bosque, vio a un cervatillo caído, tumbado, herido, que tenía una pierna medio rota. Se quedó mirándolo y de repente vio aparecer a un puma.
La situación lo dejó congelado; estaba a punto de ver cómo el puma, aprovechándose de las circunstancias, se comía al cervatillo de un sólo bocado. Entonces se quedó mirando en silencio, temeroso también de que el puma, no satisfecho con el cervatillo, lo atacara a él. Sorpresivamente, vio al puma acercarse al cervatillo. Entonces ocurrió algo inesperado: en lugar de comérselo, el puma comenzó a lamerle las heridas. Después se fue y volvió con unas pocas ramas humedecidas y se las acercó al cervatillo con la pata para que éste pudiera beber el agua; y después se fue y trajo un poco de hierba húmeda y se la acercó para que el cervatillo pudiera comer.
Increíble. Al día siguiente, cuando el hombre volvió al lugar, vio que el cervatillo aún estaba allí, y que el puma otra vez llegaba para alimentarlo, lamerle las heridas y darle de beber. El hombre se dijo: Esta es la señal que yo estaba buscando, es muy clara. “Dios se ocupa de proveerte de lo que necesites, lo único que no hay que hacer es ser ansioso y desesperado
corriendo detrás de las cosas”. Así que agarró su atadito, se puso en la puerta de su casa y se quedó ahí esperando que alguien le trajera de comer y de beber. Pasaron dos horas, tres, seis, un día, dos días, tres días… pero nadie le daba nada. Los que pasaban lo miraban y él ponía cara de pobrecito imitando al cervatillo herido, pero no le daban nada. Hasta que un día pasó un señor muy sabio que había en el pueblo y el pobre hombre, que estaba muy
angustiado, le dijo:
– Dios me engañó, me mandó una señal equivocada para hacerme creer que las cosas eran de una manera y eran de otra. ¿Por qué me hizo esto? Yo soy un hombre creyente… Y le contó lo que había visto en el bosque.
El sabio lo escuchó y luego dijo:
– Quiero que sepas algo. Yo también soy un hombre muy creyente. Dios no manda señales en vano. Dios te mandó esa señal para que aprendieras.
El hombre le preguntó:
– ¿Por qué me abandonó?
Entonces el sabio le respondió:
– ¿Qué haces tú, que eres un puma fuerte y listo para luchar, comparándote con el cervatillo? Tu lugar es buscar algún cervatillo a quien ayudar, encontrar a alguien que no pueda valerse por sus propios medios.
Autor: Jorge Bucay

El fantasma

Esta es la historia de un joven que no podía dormir casi nunca puesto que un fantasma espectral le aparecía en sueños y le angustiaba revelándole todos los secretos más íntimos que él albergaba, demostrándole así que lo sabía todo acerca de él.

El joven estaba desesperado, hasta el punto que llegó a detestar el momento de acostarse pese al cansancio acumulado. Había visitado doctores y psicólogos, había confesado su problema a amigos, lo había intentado todo, pero sin resultados: el espectro seguía presentándose cada noche y le recordaba todos los rincones más íntimos y dolorosos.

Ya al borde de un colapso nervioso, decidió pedir auxilio de un célebre maestro zen que practicaba en la misma provincia. Fue a ver al maestro que le recibió amistosamente. Tras haberle explicado el dilema, el joven añadió:
– Ese fantasma lo sabe todo, absolutamente todo acerca de mí, ¡incluso conoce mis pensamientos! No puedo sustraerme a su dominio.
El maestro pensó que la solución no estaba fuera del alcance del chico y le sugirió que hiciera un trato con el fantasma.
– Esta noche, antes de acostarte -le dijo- coge un puñado de lentejas al azar y no las sueltes. Luego acuéstate y espera. Cuando el espectro se presente proponle un trato. Dile que si adivina cuántas lentejas tienes en la mano será para siempre tu dueño y que si no lo adivina deberá desaparecer para siempre. Vamos a ver que pasa.

El chico procedió del modo que le aconsejo el maestro. Poco después de acostarse el fantasma apareció y le dijo:
– Sé que intentas librarte de mí. También sé que te has ido a ver aquel bobo del monje zen para que te ayude a echarme, pero tus esfuerzos no te servirán para nada.
– Bueno -respondió el joven- ya sabía que me habrías descubierto, así como supongo que indudablemente sabrás cuantas lentejas tengo en el puño.
El fantasma desapareció para no volver nunca jamás. Lo que no sabía el chico no lo podía saber su fantasma.
Autor: Anónimo

El coleccionista de insultos

Cerca de Tokio vivía un gran samurai, ya anciano, que se dedicaba a enseñar el budismo zen a los jóvenes. A pesar de su edad, corría la leyenda de que era capaz de vencer a cualquier adversario. Cierto día un guerrero conocido por su total falta de escrúpulos pasó por la casa del viejo. Era famoso por utilizar la técnica de la provocación esperaba que el adversario hiciera su primer movimiento y, gracias a su inteligencia privilegiada para captar los errores, contraatacaba con velocidad fulminante. El joven e impaciente guerrero jamás había perdido una batalla. Conociendo la reputación del viejo
samurai, estaba allí para derrotarlo y aumentar aún más su fama.

Los estudiantes de zen que se encontraban presentes se manifestaron contra la idea, pero el anciano aceptó el desafío. Entonces fueron todos a la plaza de la ciudad, donde el joven empezó a provocar al viejo. Arrojó algunas piedras en su dirección, lo escupió en la cara y le gritó todos los insultos conocidos, ofendiendo incluso a sus ancestros. Durante varias horas hizo todo lo posible para sacarlo de sus casillas, pero el viejo permaneció impasible. Al final de la tarde, ya exhausto y humillado, el joven guerrero se retiró de la plaza.

Decepcionados por el hecho de que su maestro aceptara tantos insultos y provocaciones, los alumnos le preguntaron:

-¿Cómo ha podido soportar tanta indignidad? ¿Por qué no usó su espada, aun sabiendo que podría perder la lucha, en vez de mostrarse como un cobarde ante todos nosotros?

El viejo samurai repuso:

-Si alguien se acerca a ti con un regalo y no lo aceptas, ¿a quién le pertenece el regalo?
-Por supuesto, a quien intentó entregarlo -respondió uno de los discípulos.
-Pues lo mismo vale para la envidia, la rabia y los insultos, añadió el maestro, cuando no son aceptados, continúan perteneciendo a quien los cargaba consigo.
Autor: Paulo Coelho

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Un Comentario

  1. florencia said:

    uuuhh….qué maravilla Josefina!!…gracias…besitos

    04.02.15
    Reply

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