Vivir es un tejer juntos

Juan le pide a Matilde que le enseñe a tejer.
-¿A tejer?
-Si, a tejer.
- El secreto del tejido está en la mano del tejedor,
así como el secreto de la cocina está en la mano del cocinero.
Ella entonces tomó una aguja y le mostró el enhebrar los puntos.

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-Te enseñaré a tejer el punto arroz… Tenés que hacer así,
con la otra aguja tomas el punto por abajo y pasas la lana por arriba
y así uno abajo, otro arriba hasta terminar la vuelta.
En la próxima vuelta donde pasaste la aguja por abajo,
ahora por arriba y donde pasaste la lana por arriba ahora por abajo,
un punto tras otro punto hasta terminar la vuelta.
Matilde, con sus manos habilidosas y justas completó sus dos vueltas
y le entregó a Juan el tejido.
Este, inseguro entreteje sus primeros puntos,
trabajosamente y con la propia inhabilidad del novato
completa sus dos vueltas y se lo entrega a su esposa.
-En el tejido, siempre la mejor vuelta, el mejor punto es el que se está haciendo
-pronostica mientras hace sus dos vueltas-,
que al terminar se lo ofrece a Juan.
Y así dos vueltas cada uno van armando la tela.
En el tejido se notan las diferencias.
Las dos vueltas de Matilde ajustadas, constantes, prolijas,
las dos de Juan imprecisas y flojas.
El hilado muestra las dos distintas manos,
rayado horizontalmente por las diferencias.
Y así siguen tejiendo. Cada vez más preciso uno y otro;
al cabo de un tiempo, las experiencias mutuas,
los ajustes se ven reflejado en lo hecho.
Ambos haciéndose responsables de su propio tejido,
en la trama que les pertenece.
Con el devenir, un día, Ignacio su hijo de siete años, le pregunta:
-¿Pá, que es la vida?
El lo miró a los ojos, le puso suavemente su mano en el hombro y le contestó:
-Hijo mío, vivir es tejer juntos.

Yuri Tabak

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