Una vez un artista estaba pintando la bóveda de un templo,
y con frecuencia daba unos pasos hacia atrás en el andamio,
para contemplar su obra.
Se encontraba tan absorto contemplando su trabajo,
que no se había dado cuenta de que iba a caer en el pavimento
que estaba a gran distancia del andamio.
Otro pintor, hermano de aquel, viéndolo en peligro y comprendiendo
que una palabra podría apresurar su caída,
arrojó una brocha sobre el cuadro que contemplaba el artista
que estaba en peligro.
Este pintor, sorprendido y enojado,
violentamente se dirigió hacia adelante:
así se salvó de una caída que hubiera sido mortal.
Así también, Dios algunas veces destruye
las halagadoras esperanzas de nuestro corazón,
para advertirnos un peligro, y para salvar nuestras almas.
Muchas veces no entendemos que por estar tan absortos
en nuestros propios logros, éxitos y ambiciones damos pasos
en falsos que podrían destruir nuestras propias vidas y Dios
en su misericordia interviene para despertar
nuestra conciencia dormida.
A veces él lanza su brocha contra el cuadro de nuestra vanidad
para demostrarnos que nos ama
y que más que estar interesado en nuestros éxitos,
él está interesado en nosotros como sus hijos.
La proxima vez que su brocha manche tu cuadro,
dale gracias a Dios,
porque quiza te libró de caerte del andamio.

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