Ayer que no era artista prodigioso,
ni sabio que su gloria nos legaba,
creí que todo don se me negaba
y tuve un sentimiento doloroso
que cortó todo anhelo: ¡pobre rosa
que se cree en el mundo cualquier cosa!

Mas Tú, Señor, reuniste el arte y la belleza,
haciendo que en mi mente se infiltraran,
y como onda de luz que me llegara,
me hiciste tan sensible a tu grandeza
que hoy comprendo en amor y sabia calma
¡que el arte, la belleza, está en el alma!

Zenaida Bacardí de Argamasilla

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